sábado, 24 de septiembre de 2005

Moscú, la triste Moscú

Este es el primer relato que escribí, hace ya algún tiempo...

El vaivén del vagón de metro le ayudaba a pensar. A ello se le unía la monotoneidad del murmullo que formaban decenas de personas hablando en ruso, idioma que, por cierto, es especialmente cansino en su ritmo y lineal en su entonación, al tiempo que agradable al oído, con esa profusión de sonidos suaves y silbantes, tan sugerentes.

El asiento era duro e incómodo, de marrón desgastado, pero se encontraba muy a gusto. Iba apretujada en sus ropas, hacía frío. De vez en cuando miraba el paisaje, porque iba por una línea que llegaba hasta suburbios muy lejanos del centro de Moscú, y en ese trayecto había muchas estaciones en la superficie. Lo que veía era siempre lo mismo, cunetas con nieve y feos y sucios edificios más atrás, llenos de gente con muy poco dinero pasando probablemente incluso más frío que ella. Le daba pena ver una gente tan triste y tan pobre. También había árboles, muchos, y de vez en cuando alguna carretera sobre la que circulaban cansinamente destartalados coches, la mayoría demasiado viejos para ser conducidos. Aquél país le producía una extraña sensación. Había oído tanto de pequeña sobre el poderío y el peligro ruso que cuando echaba un vistazo a su alrededor no podía menos que sentirse defraudada, como si la hubieran engañado.

Ana podía percibir una nota de tristeza y desesperanza en el fondo del semblante de cada ruso al que miraba. Gente que nunca había tenido nada, pero que durante unas décadas se sintió orgullosa del poder de su país, temido y respetado en todo el mundo, y eso, en su paciencia infinita, les colmaba. Pero ahora todas estas personas, después del derrumbe de la Unión Soviética, estaban peor que antes, ya no les quedaba ni poder, ni orgullo, ni nada.

Lo único que les restaba era la paciencia, manteniendo la esperanza de que ya llegarían tiempos en los que de nuevo levantarían la cabeza y volverían a ser poderosos y temidos, incluso más que antes.

Los veía sentados y de pie alrededor de ella. Todos serios, pensando en sus cosas, en sus tediosas vidas. Muchos iban a comprar con el poco dinero que llevaban, sujetando viejas y sucias bolsas de tela raídas en las que echar un poco de comida. Eso de las bolsas de plástico era para los Nuevos Rusos y los extranjeros. Otros vendrían del trabajo, cansados, pensando en cuándo iban a cobrar lo poco que recibían. Jóvenes, viejos, niños, mujeres, hombres, todos con el mismo rasgo reflejado en su rostro: el agotamiento. Iban vestidos con ropa vieja y desgastada, de colores monótonos, prendas sin personalidad, aburridas, iluminadas por alicaídas luces de neón que les conferían un aspecto que incluso se podría definir como lúgubre. Además, el intenso frío y el tener que andar por la nieve, había consumido sus últimas reservas de energía. Algunos leían antiguos libros de pésima calidad, arrugados y con las hojas amarillentas, clásicos rusos la mayoría. En Rusia cualquier barrendero o ama de casa se sabe de memoria pasajes de Pushkin, Tolstoi o Dostoevski. La lectura siempre fue algo fundamental durante la Unión Soviética: a los rusos les encanta la literatura, el sistema educativo era muy bueno y además no había mucho más que hacer...

Enorme es Moscú, gigante es Rusia. Cansa el frío, cansan las distancias, cansan los problemas. Cansa ver que llegó la ansiada democracia, y ahora hay "libertad" pero no pan. Cansa ver a los mafiosos y a los nuevos rusos alrededor de ellos llevar un ritmo de vida de lujo inusitado y antes ni siquiera imaginado. Cansa el tedio. Cansa la nostalgia. La mayoría de los rusos malviven, pero a casi todos todavía les quedan ganas de reírse, de contar bromas, de pasarlo bien, de reunirse con amigos, de agasajar a los extranjeros. De olvidarse por un rato de sus problemas y sentirse felices. Pueblo acostumbrado a sufrir durante siglos la tiranía de invasores, zares, burócratas, comunistas y demócratas, infinita es su paciencia y nadie podrá quitarles nunca la esperanza.

jOrgE - febrero 1997

2 comentarios:

Cara Carmina dijo...

Me gusto mucho...
suerte

Anónimo dijo...

Privet Jorge. Pochital vot tut tvoi opusy. Mog by napisat' uzhe prodolzhenie tipa "Moscú, triste Moscú II, 11 años después". Ty chasten'ko tuda zaletaesh', navernoe chto-nibud' izmenilos'.
Andrei