jueves, 10 de noviembre de 2005

Moldavia

Es Moldavia un país pequeño y tranquilo, paisaje colmado de bosques y viñedos. Un país en el que conviven dos culturas, dos idiomas, dos etnias, pero en una forma en que no sabes cuándo termina una y cuándo empieza la otra. Los moldavos son latinos, siendo su idioma una variedad dialectal del rumano. Históricamente han utilizado el alfabeto latino hasta que llegó la Revolución Soviética, en la que quedaron enmarcados, y se les obligó a escribir en cirílico. Tras su independencia, el alfabeto latino se ha vuelto a imponer, digamos que poniendo las cosas en su sitio. El problema es que ha causado montones de problemas, ya que al menos una generación al completo sólo ha escrito moldavo en cirílico y ahora, con 50 o 60 años, tienen que aprender de nuevo.

Al mismo tiempo, la gran mayoría de los moldavos habla ruso, casi como su lengua materna. Y al revés son muchos, aunque no tantos en proporción, los rusos y ucranianos, que representan un 25% de la población del país, que hablan moldavo. Por lo tanto nos encontramos con que 3/4 de Moldavia es bilingüe, hecho que se refleja perfectamente en los medios de comunicación, radio, televisión y prensa escrita, y en la vida diaria a pie de calle.

Pese a que los moldavos son latinos, es muy curioso encontrarse con tantas similitudes en el carácter y en la mentalidad a los rusos y ucranianos, que son eslavos. Es de suponer que, además de haber estado integrados en la URSS, influirá el hecho de que son ortodoxos. No creo que haya habido una simbiosis tal entre culturas e idiomas en ninguna de las antiguas repúblicas socialistas soviéticas.
La principal figura histórica del país, el cuál aparece en todos los billetes, es el voivoda, o príncipe, Ştefan cel Mare (el Grande), que gobernó de 1457 a 1504 y que combatió contra los turcos incansablemente en 36 grandes batallas, de las que salió vencedor en 34 de ellas. Para conmemorar cada triunfo militar ordenaba construir un monasterio o una iglesia de las cuáles se erigieron no menos de 44. Algunas de ellas forman parte del patrimonio cultural de la UNESCO.

Es un país muy recomendable para viajar. Es pequeño, bonito, tranquilo, un vino estupendo y unas bodegas preciosas, espesos bosques, multitud de monasterios y un idioma que hará que los que hablamos español nos sintamos cómodos.