sábado, 24 de septiembre de 2005

Los Udmurtos


Udmurtos: Un pueblo magiar influenciado por
dos culturas, la eslava y la tártara

En la escuela nos enseñaron que la capital de la Unión Soviética era Moscú. Con ello nos ahorrábamos el estudio de unos veintidós millones de kilómetros cuadrados. En cuanto a su historia, sabíamos que la gobernaron los zares, que hubo un intento de invasión por parte de Napoleón y Hitler, y que actualmente la gobernaban los comunistas contrarios al régimen imperialista americano. En cuanto a sus gobernantes, pues quién no conoce a Iván IV el Terrible, a Pedro I el Grande, a Catalina II, a Lenin, Stalin y, cómo no, Gorbachov. Pero para conocer algo más se tenía uno que especializar en historia de un pueblo que sitió un territorio poblado de gentes con rasgos y características propias, algunos originarios de pueblos de actual relevancia como los húngaros, fineses, búlgaros...

Actualmente, con el desmembramiento de la Unión Soviética en repúblicas independientes, la gente conoce la existencia de pueblos aparecidos en la historia pasada, como el lituano, el ucraniano, el bielorruso, estonio y letón; se empiezan a conocer, debido a los grandes conflictos existentes allí, pueblos caucasianos como es el de Georgia, Azerbaiyán y Armenio; pero, ¿y los países asiáticos?. Se puede saber que Samarcanda es una ciudad de Uzbekistán, o que Kazajstán es un país mayor que cualquier otro europeo (excepto Rusia). ¿Y Kirguizistán, qué se sabe de él? o Turkmenistán, ¿es un país? ¿y Tayikistán, cuál es su capital? Son países de los que la gente común no sabe nada, prácticamente ni ha oído hablar de ellos.

Se conoce muy poco de la historia de Rusia, al tiempo que se sabe mucho del colonialismo portugués, español, inglés y francés, cómo al llegar a África, a Oceanía, a América y al sudeste asiático hubo exterminios y gran pérdida de muchas culturas indígenas. Sin embargo Rusia se expandió por todo el norte asiático, dominando miles de pueblos, pueblos que no perdieron su cultura, pueblos que hablan su lengua materna y cuyas tradiciones son su forma de vivir, sin conocer todavía el fervor de Occidente por invertir en bolsa. Esos pueblos son casi vírgenes, sólo influenciados por la cultura eslava. Algunos de ellos son conocidos como los tártaros; pero tártaros no son sólo los de Tatarstán, hay muchos que perdieron su autonomía. Otros son antecesores a las invasiones Tártaro-mongolas, entre ellos está la raza etnográfica finougriana que se dispersó por territorios cercanos a los Urales y otros son originarios de las actuales Finlandia y Hungría. Entre ellos está un pueblo pequeño, el udmurto, que consiguió una república autónoma pues conserva su historia y cultura con el paso de los años. A este pueblo, a sus habitantes y a la tradición udmurta va dedicado este relato para tener conocimiento de un pueblo que existe en la actualidad y no se estudia en clases de historia, pues no fue, ni creo que será, un pueblo guerrero e invasor, sino un pueblo que es capaz de convivir con tártaros, rusos y toda etnia que se acerque a sus tierras.

La actual Federación Rusa se compone de dieciséis repúblicas autónomas, una de ellas se sitúa en los bosques preurálicos; y es allí donde nace el hermano mayor del Gran Volga, el Kama Blanco. En tal paraje regado por miles de plateados manantiales es donde viven desde tiempos inmemoriales los udmurtos, un pueblo finougrio recorrido por gran diversidad de pueblos de la estepa y que actualmente se encuentra influenciado tanto por los rusos (la etnia con mayor presencia) como por los tártaros, vecinos en territorio. Es un pueblo pequeño pero, aún no siendo mayoritario en su tierra, conservan una arraigada historia y cultura.

Parientes de este pueblo son los húngaros del Danubio, los "jantos" y "mansos" del Obi y los pobladores autóctonos de Komi. Todos ellos tienen la misma procedencia finougria pero evolucionaron independientemente en el tiempo y situación. Conservan palabras comunes como: nieve, viento, hoguera, sangre, mano, hijo, árbol; todas ellas ancestrales y necesarias para un mundo sin tiempo.

* * *

El ser humano busca la felicidad como razón de ser. Desde tiempos ancestrales, el Ser Humano ha intentado buscar y conseguir la felicidad, es algo innato en él. Pero para ser feliz has de tener todo lo que te es necesario, por ello el hombre se extendió por todo el mundo para encontrar algo sin necesidad de compartirlo con otro humano. Pero el mundo es muy diverso, tanto como el carácter de este ser bípedo. Por ello el hombre empezó a invadir territorios poblados por otros congénitos en busca de lo que ellos habían elaborado durante mucho tiempo. Aparecen hordas que arrasan a otros pueblos, reinos y civilizaciones en busca de comida, riqueza y toda posesión, independientemente de usos necesarios o innecesarios de esos materiales nuevos en conocer. Con ello evolucionaron las civilizaciones, cambiando los sistemas de vida y las necesidades. Sin embargo el hombre sigue en búsqueda de la felicidad. Se tiende a una acomodación física pero, siempre falta algo para hacerle feliz. Algo que, en nuestra civilización coincide con lo material.

En este movimiento de hordas y formación de civilizaciones, el pueblo finougrio se situó en los Montes Urales. Eran zonas boscosas, de fuentes de agua, ríos cristalinos donde la naturaleza atrae al regocijo. Donde los ríos son océanos, montañas con lagunas, prados y animales. Donde el hombre convive con la naturaleza y la felicidad puedes conseguirla sin necesidad de guerrear o vivir de oro y vino. Como en todos los pueblos hay diversidad de caracteres, por ello en este también existen guerreros con necesidad de conquista, sus descendientes viven ahora en Hungría.

El pueblo udmurto se estableció en la zona cercana a los Montes Urales del Norte. Era una zona que fue recorrida por hordas originarias del Turkestán y del Altai. Estos pueblos pasaron por aquellas tierras y los udmurtos aceptaron su soberanía pues les era indiferente un reino u otro. Eran tierras sin oro, sin pastos, de duras condiciones climáticas y el hecho de la belleza no atraía a pueblos sedientos de luchas y riquezas. Por ello aceptó pacíficamente a los tártaros y posteriormente a un imperio en auge, el ruso (1558). Este pueblo magiar siguió viviendo a su modo y estilo y conviviendo con la naturaleza ha llegado hasta nuestros días.

Poco a poco Rusia iba colonizando el Asia Septentrional y con ello trazaba caminos, carreteras y el ferrocarril; de esta forma los magiares veían cómo una nueva raza, la eslava, construía ciudades enormes, edificaban fábricas y núcleos urbanos que eran moles de acero. De esta forma nacieron las grandes ciudades: Izhevsk (1760), Sarapul (1780). Los udmurtos veían como llegaba un pueblo con una cultura y una religión diferente. Los tártaros, una vez habían sucumbido ante el nuevo zar Iván IV, comenzaban a integrarse en la zona fronteriza a Kazán, por ello venían a Udmurtia en búsqueda de aprender cómo se puede vivir en esos territorios tan inhóspitos. Los rusos venían y observaban cómo vivían personas tan felices y sin causarles problemas. Por ello olvidándose de ese territorio salvaje, se dedicó a la explotación mineral de las reservas del país. Pero como en todo pueblo existen diversos tipos de personas, algunos eslavos quedaron maravillados ante tal naturaleza y por ello allí se quedaron con sus canciones eslavas mezcladas con el folclore udmurto.

A diferencia de las grandes ciudades creadas por los eslavos, ciudades-estado satélites de las grandes capitales (Moscú, y San Petersburgo), donde se trabaja para construir la Gran Rusia y por puesto competir con el extranjero en la sociedad actual. A diferencia, como digo, en los pueblos udmurtos se vive ajeno a este ajetreo; son pueblos con gran serenidad, donde se reúnen en las fiestas populares junto a un acordeón y se cantan canciones épicas de los viejos rusos y udmurtos en tierras lejanas. Allí se fraguan caballos y viven en casas construidas con la madera de los bosques circundantes.

Viven en casas parecidas a las tradicionales finesas, casas de invierno y casas de verano junto a un pequeño huerto donde se cultivan patatas para todo el año. Casas almacén y lugares ornamentados con toda la belleza udmurta. Decoradas con alfombras y tapices rameados, con baúles y muebles de madera de pinturas características. Casas donde una habitación hace de dormitorio y comedor. Donde el catre familiar pasa a situarse encima del horno para pasar las frías noches de invierno. No quieren un Ferrari inservible en aquellos caminos, no saben ni les importan si se ha subido a la Luna; sólo saben que desde siempre allí han vivido, cazando en invierno y en verano, utilizando esquíes que no se llaman "Solomon", ni ropa sintética de fibra polar extra-light con gorros isotérmicos, sino que tienen pieles, madera, cáñamo y seda y con ello viven en el invierno, se mueven en la nieve y junto al "baño ruso" y un vaso de aguardiente (vodka) son felices de por siempre y para siempre.

No llevando una dieta mediterránea, utilizan la manteca y el pan, crían gansos y vacas, la abundancia son las setas y bayas silvestres que junto a las patatas y coles de las cosechas y el requesón de leche de vaca forman increíbles recetas culinarias. Las tradiciones son muy importantes: manteles floridos para guisos calientes y blancos de cáñamo para solemnes acontecimientos (nacimientos y matrimonios). Las fiestas siguen siendo lugar de encuentro. Unos más importantes que otros, hacen que la gente sea feliz y siga confiando en la cosecha y la naturaleza.

Todo esto es muy bonito pero hay que tener en cuenta diversos factores que existen. La televisión ha llegado y entra en la vida de una sociedad que centra la envidia en la tenencia o no de un caballo. Con el régimen zarista y posteriormente la soviética, el pueblo se aisló de la sociedad de consumo, un aislamiento que puede venir desde el primer Australopitecos. Por ello la influencia de la televisión occidental en esa vida puede engañar a una sociedad como esa. Por ejemplo, qué puede pensar un udmurto al ver "Los Vigilantes de la Playa". Mediante la televisión se puede influir en un pueblo hasta el punto de desestabilizarlo y convertirlo en uno más de los satélites de América, creando pobreza a cambio de deseo.

por Juan

P.S. (tanto Juan (94-95) como yo, jOrgE (99-00), hemos vivido en Izhevsk, capital de la República de Udmurtia, durante 10 meses)

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