sábado, 29 de octubre de 2005

Diario de viaje de Ángel: Moldavia

YA EN CHIŞINĂU.

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Tengo las manos pintadas de azul, como el cielo que sigo persiguiendo, mientras la música latina y el Sanz lo hacen conmigo... El azul viene trasvasado desde las manos del restaurador de una capilla perdida en medio de las montañas moldavas.

Vivo un día metálico, y no lo digo ni por frío ni por pesado, en absoluto. Brillante sí. Lo digo más porque vivo una cadena, y sus eslabones son experiencias fascinantes, con esta gente que me cruzó en mi camino, ¡deliciosos todos!

Viajé en minibús adentrándome en el país.

De repente, descubrí con mis ojos la existencia de un extraño pueblo. De puertas azules y muros lilas. Pero tonos livianos, como el paisaje que veo.

La tierra está teñida con pintura de color marrón oscuro y el bosque, tan extenso aquí, tiene como un velo y no por vergüenza, porque le encanta el otoño, como a mí. El verde del campo, además, se está aclarando poco a poco. Está como callado, a la espera de su abrigo blanco. Todo se encuentrasalpicado con tinte sepia.

Observo estos detalles en mis 5 kilómetros a pie junto a otro moldavo, ambos en busca del arca perdida, cada uno con acepciones distintas.

Visito una tierra alejada. Con pastos y vacas. Río. Montaña. Monasterio e iglesia.

Los árboles aquí se entremezclan en su orgía placentera de vida y naturaleza. Unos me muestran ya su desnudez cruzada. Otros se expresan desenvolviendo su erotismo a medias. Todavía con movimientos elegantes de sus abanicos de damas dieciochescas, que no emperifolladas ya. Aunque sí maquilladas con sombreado amarillo. Los últimos, mas recatados, se resisten a quitarse sus ropajes verdes. Cada uno transcurre en escena con metrónomos diversos...

Todos esperan, aunque ninguno impaciente, el verdadero orgasmo de la naturaleza, el cenit de su ciclo, con su semen invernal.

Visito la iglesia de Orheil Vecchi. Encuentro que están en pleno proceso de restauración. Sus dos personajes me encantan. El monasterio parece cerrado. Jo. Despierto a un pastor o "melopeo", no sé, que dormita cercano a la entrada, pero no me sabe decir nada más que "da-da-da". !Viva Duchamp! Vuelvo a la puerta. Gran candado. Llamo. No sé, de nuevo. Voy a ver por el lado del precipicio, por la antigua puerta según el mapa. Otro pastor con sus vacas, me saluda sorprendido. De repente, desde la cumbre de las rocas (yo ya descendiendo por abajo cual cabra, siempre, montesa a veces), el Sol ilumina unas largas barbas blancas, que casi se me ofrecen como las coletas de Julieta. Es el monje del monasterio que me pregunta si quería ver laiglesia. De puta madre. Conseguido. Y qué visita. Qué emoción. Explicándome cosas de ese lugar tan mágico. Cuatro palabras en italiano. Cuatro palabras en moldavo. Exhibo mis conocimientos del idioma. Yo tal, yo cual. Eu, eu... Y a él le encantan las similitudes con el castellano. Encantador. Me enseña la grieta que abrió en la roca la espada de un terremoto en 1816. Me enseña la capilla, las antiguas celdas, su lecho. Le fotografío. Qué rostro. Qué ojos azules intensos. Me traspasan...

Si no tuviera ya el apartamento en Chişinău, le compraría un queso y me quedaría con él a pasar la noche...

Salgo. Me dirijo al pueblo cercano de Trebujeni para coger el autobús de las tres. Y entonces, aparecen tres mujeres. Madre, hija y prima, creo entender. Me dicen algo. Tratamos de comunicarnos. La madre ve mi cámara y me pide una foto. UF!! Yo más que encantado de tomársela. Acabo retratando los rasgos de las tres diferentes féminas moldavas y rurales que aparecieron en mi senda. Qué calidez. Qué calidad. De sitio, de gente, de humanidad. Aunque nos quedamos los dos, la madre y yo, con las ganas de fotografiar a su "mama", pero es que el autobús de las tres era el último que me esperaba... No obstante, tomé su dirección para mandarles las tres fotos a su pueblo.

Entonces, voy camino de Trebujeni, y paro a un coche, para ver si me puede acercar que ando algo agobiado con la hora. Me dice que va cargado, pero que dónde voy. Le explico como puedo con mi rumano básico, que a coger el bus de Chişinău. El matrimonio entrañable me dice que me espere ahí un rato y que me llevan. 50 Km. Sencillamente consiguen hacerme volar, que eslo que escribía antes.

O como el chico de esta mañana. Recibí varios "desconocimientos" seguidos de la gente por la calle que necesitaba encontrar, y varias reacciones a la "eslava", porque este es un país de mezcla, de transición, mas de fusión, de culturas, y de puntos cardinales, de este y oeste, de norte, de sur... Pregunté al siguiente viandante que me tocaba, y me acompaño personalmente, y en contra de su dirección, dos kilómetrosandando!! Incredere!!


Nota: Creo que entré en el mejor restaurante de Chişinău. Pero eran casi las 4 y necesitaba darme un festín. Un truchón exquisito con revuelto de huevo, smetana, queso rallado de oveja y mamalinga (una pasta amarilla de maíz, creo, típica de Moldavia). Uf. Uf. Uf. Éste si que es el orgasmo de la naturaleza que describía antes. No sé lo que pagaré, pero me dejo seducir por las sugerencias de la camarera. Completemos todo. Café y coñac de 25 años del Stefan Cel Mare, que fue el Cid Campeador moldavo, me parece. Me voy a emborrachar a las 5 de la tarde!!!

Dormiré un ratito en mi superapartamento... es tan kitsch a la moldava, aunque tampoco sé qué significa eso, pero suena bien. Dos sillones con pelo azul encendido. Una cama enorme que parece el lecho del Stefan Cel Mare ese. Pero lo mejor: el váter... acolchado!! te cagas!!, jaja, siempre te cagasen este viaje!! Qué trono, para el rey que les visita.

Y ya, concluir con mis sensaciones de Chişinău, leves por prontas, pero buenas y más que interesantes. Por todo. Por el lugar, por sus gentes y costumbres exhibidas con grandiosa naturalidad.

Chişinău... He descubierto la verdadera Venecia desconocida. Ni Ámsterdam, ni San Petersburgo, que dicen por ahí... Es Chişinău... Se me llena la boca con su nombre exótico.

Pero aquí la laguna es verde y amarilla. Verde con V de Véneto, y A por el Aleluya que grita mi alma, por la alegría de seguir descubriendo que "otra Europa es posible" encontrar... delicious... crasivua...

Aquí, los canales se forman arbóreos, conectándose infinitos, imparables y tranquilos. Me regalan un aire relajado de por sé. Natural, claro. El conjunto, mejor que bueno. Conseguir en una urbe y capital, que los edificios y manzanas, sean islitas, bañadas por verdes mares, es toda unaconquista como las del Stefan de nuevo.


Permitidme la licencia de apuntar una última cosa, mi conclusión, y que nadie se moleste. Pensaba en la formula: DESARROLLO + SOFISTICACIÓN = PÉRDIDA DE AUTENTICIDAD.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Permíteme que te corrija. Es “mamaliga” y no “mamalinga”.
Y lo de "Kitsch a la moldava" no entendí muy bien el significado de esta expresión. Soy moldava y llevo 7 años en España. Me resulta curiosa la manera en la que te expresas y expones tus pensamientos sobre mi tierra natal.